domingo, 29 de octubre de 2017

Complejidad.




En los últimos 100 años nuestro conocimiento del universo y todo lo que lo conforma ha crecido a pasos agigantados conllevando, inevitablemente, una mayor complejidad de teoremas, definiciones, experimentos, etc. Es decir: un médico hoy en día tiene que estudiar no solo más cosas que sus colegas del pasado, si no además, temas de mayor  complejidad. Lo mismo se puede aplicar a cualquier campo del conocimiento humano, Arquitectura, física, psicología, biología, etc. No en vano Newton escribió: “Si he visto más lejos es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes” en referencia al trabajo de todos los hombres de ciencia que lo antecedieron. Pues bien, una vez dejado claro este punto y asumiendo que es vox populi, me gustaría comentar una conversación que tuve con una persona de profundas convicciones religiosas, quien me preguntó si yo creía en esa tontería del Big Bang, que básicamente era imposible de entender por la complejidad de dicha teoría. Me resultó fascinante su razonamiento y más aún comprobar que ese mismo argumento es muy utilizado entre gente creyente, en resumidas cuentas, argumentan que al ser demasiado compleja de entender una teoría, y teniendo una solución tan simple como Dios y su magia, la respuesta real debía ser sin duda la más simple, o sea  Dios creó el universo, método aplicable  para todo lo que no entiendo y me resulta difícil de entender. Eso vendría a ser como decir que los átomos no existen ya que me resulta difícil entender su comportamiento, o que no existen las ondas gravitatorias por que no termino de comprender lo que son, desde luego historias como la de Adán y Eva resultan muchísimo más fácil de entender que la evolución de Darwin, pero ello no significa que dicha teoría no sea correcta. Llegados a ese punto puede que algún lector esté pensando en la Navaja de Ockham,  pero ese principio metodológico solo es aplicable entre dos teorías en igualdad de condiciones, premisa que obviamente no se cumple en el tema que nos atañe. También puede que alguien se vea tentado a utilizar el clásico argumento: existen muchos científicos que creen en la existencia de uno o varios seres mágicos con súper poderes paranormales, y sí, desde luego este es un dato cierto, que no tiene nada de raro en un mundo en donde desde muy pequeño se inculca la existencia de dichas criaturas, apoyando dichas creencias en emociones profundas y valores que resulta difícil de superar en la edad adulta, ya que las emociones son básicamente irracionales y se arraigan con fuerza a nuestro subconsciente, no olvidemos que somos seres emocionales, que razonamos. Además tengamos en cuenta que la mayoría de científicos que practican la fe religiosa suelen trabajar en campos en donde sus creencias personales sobre la existencia o no de Dioses, es irrelevante y no entra en conflicto con sus conocimientos, ya que la ciencia hoy en día es enorme, y poca importancia tiene para un psicólogo si el universo es producto de una explosión o lo creó Brahma, por poner un ejemplo.
Por supuesto cada cual puede creer en lo que quiera, pero me resulta odioso el desprecio y la burla de algunos aspectos de la ciencia por el solo hecho de que choquen con parte de sus creencias.