Uno de Huelva, un chico y una chica Vascos, una de Huesca y
un muchacho de Almendralejo, se junta con una pareja de Canarios, esto que
parece el comienzo rimbombante de un chiste rancio, no es otra cosa que el
recuerdo de un grupo de personas que me reafirmo en la idea de que los
nacionalismos no solo se curan viajando como decía Pio Baroja, si no también con
la convivencia, con el trato diario, cercano y humano, ya que más allá de las
etiquetas, que nos ponen y las que lamentablemente a veces nos ponemos nosotros
mismos, la condición humana nos une, esa misma que hace que los grandes
clásicos del arte, en cualquiera de sus formas, nos remueva por dentro, haya
uno nacido en Pekín o en Guadalajara, esa misma condición que nos hace sentir
como propio el sufrimiento del otro, sin importar el color de la piel, o que
nos hace enamorarnos de alguien aunque este tenga una fe distinta a la nuestra.
Y es que hace apenas unos días he vuelto de realizar el camino de Santiago y
más importante que lo hermoso de los paisajes, los pueblos cargados de historia
y la experiencia personal que siempre conlleva el caminar durante tanto tiempo
(11 días en nuestro caso, 309km de León a Santiago de Compostela) Me queda la
enriquecedora convivencia con gente de tan diferentes costumbres y gustos,
desde aquí un millón de gracias por recordarme lo hermosa que es la diversidad.
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