“Cruz perro maldito, el perro se vaya a la cueva” decía mi
madre, que lo aprendió de la suya que a su vez lo aprendió de su madre, y así
sucesivamente. Esta frase siempre me fascinó, ya que intuía que existía algo oculto, algo antiguo, más de lo que podía entender
con un análisis rápido, era consciente de que antiguamente en España no se
nombraba al diablo, se utilizaban, sinónimos o metáforas para no escribir ni
pronunciar el nombre del maligno ya que se pensaba que el hacerlo lo atraía, así
que llamarlo perro, y usar una cueva como metáfora del infierno parecían una interpretación válida y suficiente para dicha
frase, pero a pesar de ello, siempre tuve en mi mente aquellas palabras, como
un galimatías aun por descifrar (al menos para mí). Hasta que un día al conocer
la leyenda de los Tibicenas entendí todo. Los Tibicenas eran, según la mitología
guanche, los esbirros de Guayota, el demonio que habita en Echeide (el Teide),
y que salieron del volcán durante el tiempo de oscuridad en que Guayota
secuestró a Magec (dios de la luz y el sol), pero que al volver la luz, tras la
liberación de Magec, gracias a la intervención de Achamán (dios del cielo), se
vieron perdidos y sin forma de volver al interior de Echeide, con lo cual se refugiaron
en cuevas, y dichos demonios, los Tibicenas tomaban forma de enormes perros
negros. Pues bien, finalmente tal y como sospeché desde un principio aquella
frase que repetían mis antepasados guardaba más información de la que aparentaba
y resulta un ejemplo enorme de como la cultura castellana, en este caso el cristianismo
(cruz). Se fundió con las creencias de los aborígenes canarios (el perro se
vaya a la cueva) y cómo dicha unión ha perdurado en el tiempo a través del
habla canario.
La perpetuación de las costumbres, los dialectos, las
lenguas, y la culturas, propias y particulares de cada pueblo, no es sólo
importante para dichas poblaciones en sí, si no para el conjunto de la humanidad,
gran parte de mi fascinación por viajar reside en conocer diferentes culturas,
diferentes formas de entender la vida y de vivirla, todo ello me enriquece y me
hace crecer como persona, no debemos permitir que la globalización y nuestra
indiferencia prive a las próximas generaciones de un tesoro tan importante, conservemos
el legado de nuestros pueblos.
Buenísimo, geniales las reseñas de leyendas aborígenes y, mejor todavía la reflexión final.
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