miércoles, 17 de junio de 2020

El circo



El parlamento es, o al menos debería ser, el templo de la democracia, donde los representantes de los ciudadanos debatan y contrasten posturas para alcanzar acuerdos que lleven al pueblo a mejorar sus derechos y su calidad de vida. Sin embargo, la penosa realidad es que el parlamento es una especie de circo en donde los políticos sobreactúan con gritos y malas formas, con el fin último de beneficiar a su propio partido y no en pro del interés común de la ciudadanía. Es cierto que no es la totalidad del comportamiento de nuestros representantes, pero sí la generalidad, y el tema es terriblemente grave, no sólo porque no están cumpliendo con la función para la cual fueron electos (el sueldo lo pagamos todos los ciudadanos y no su partido) sino porque además crean un clima de crispación y bronca continua que se contagia a la población. Puedo entender, y es hasta sano, que en temas muy sangrantes se suba el tono y la pasión del debate, pero que cualquier intervención equivalga per se al insulto continuo, es injustificable y totalmente deleznable, y lo único que demuestra es el teatrillo barato, o bien la inexistente capacidad mínima que se le presupone y exige a un político para desempeñar su cargo, sea por un motivo o por otro. Si no son capaces de debatir en un tono digno y respetuoso, siempre manteniendo como fin último el bienestar de los ciudadanos, entonces por favor dimitan. Está petición es un simple brindis al sol, la única manera de cambiar las cosas es a través de la presión popular y mediante las urnas. Un poco de respeto a la democracia y a los ciudadanos.

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