Ser madre, padre o hijo, es una circunstancia, nunca puede ser lo que te determina, porque lo único que no se puede dejar de ser es: Persona. Cuando obviamos esto surgen los problemas, los hijos olvidan que sus padres no son ni ogros, ni dioses, sino simples mortales con sus defectos, virtudes y pasiones, y que no están en el mundo con el único propósito de colmar los deseos y necesidades de su prole. Igual pasa con los padres si piensan que los hijos son de su propiedad y que existen para alcanzar las metas que ellos no pudieron, además de servir como catarsis de la frustraciones de sus progenitores, olvidando que en último lugar todos somos seres humanos individuales, todos erramos, todos somos débiles y todos necesitamos comprensión y cariño, más allá del rol y las obligaciones que nuestras circunstancias nos condicionen y obliguen. Si somos conscientes de la humanidad del otro, podremos tener una relación cordial, sana, y lo más importante, empática. Así lo expuesto es extrapolable a cualquier relación entre personas, léase: jefe, empleado, marido, esposa, maestro, alumno, etc.
No hay comentarios:
Publicar un comentario