En el siglo XIX se gesta un hecho histórico: el surgimiento del ateísmo, surgimiento como grupo numeroso y organizado, anteriormente hubo honrosas excepciones como, Chárvaka en la India y Protágoras en Grecia, pero eran movimientos muy minoritarios y que normalmente no tenían mayor trascendería social, ya que el hombre hasta el siglo XIX no empezó a plantearse la posibilidad de la no existencia de Dios, al menos no de forma tan pública y numerosa, ese pensamiento empezó a calar y aumentar su número de seguidores exponencialmente en muy poco tiempo, pero, y esto no es un dato sino una teoría personal, ese crecimiento ha alcanzado un tope o más bien su punto de equilibrio que no será sin duda su cifra más alta, pero si la que con pequeños cambios se mantendrá estable a lo largo del tiempo, y pienso esto teniendo en cuenta que, si el ateísmo fue un fenómeno inédito hasta el momento en la historia de la humanidad, también lo es el nuevo fenómeno social que ha detenido el proceso de crecimiento del pensamiento ateo, este fenómeno yo lo llamo el Dios personal, o Dios a la carta, me explico; si preguntas al común de la gente si cree en Dios, su respuesta suele ser que si, y seguidamente te dirán, pero no creo en los curas ni en la iglesia, y si intentas profundizar en su creencia en Dios seguramente descubras que su Dios no les pide nada, a pesar de que en cualquier situación de necesidad ellos le hacen todo tipo de peticiones, de hecho el código moral que supuestamente siguen, no es sino una serie de ideas abstractas que rara vez llevan a la práctica y que son sacadas de las enseñanzas cristianas o más bien de lo que recuerdan o reinterpretan de dichas enseñanzas. Aun más revelador resulta pedirles que describan a eses Dios, probablemente motivados por la imposibilidad de describirlo dirán, yo lo que creo es que hay algo, no sé que, pero algo hay. Es decir, cada individuo por primera vez en la historia cuenta con su Dios personal, con puntos comunes con respecto a los demás, puntos comunes dados por la educación judío cristiana, pero con suficientes características indefinidas, abstractas y diferenciadas, como para poder concluir, que la gente se construye un Dios a la carta.
Me gusta esta observación. Cierto es que cada uno queremos tener "algo" que nos respalde incondicionalmente a cambio de las palabras que queremos dedicar cuando nos acordamos de que ese "algo" podría necesitar algo como pago.
ResponderEliminar¡Hala! Cada loco con su tema...